Han pasado más de 40 años desde que el proceso de descolonización del Sahara “español” concluyó con la retirada final de España, el 28 de febrero de 1976, y la consiguiente ocupación, y anexión, del territorio por parte de Marruecos y Mauritania. Los pobladores saharauis vieron así frustradas sus aspiraciones de libertad y todavía están a la espera de que se celebre su ansiado referéndum de autodeterminación, respaldado por la ONU y que, “en teoría” se comprometió aceptar Marruecos tras el acuerdo de paz, de principios de los 90, con el Frente Polisario. Tristemente, el pueblo saharaui ha ido pasando progresivamente al olvido y parece que ninguna potencia está dispuesta a enfrentarse con Marruecos para defender las aspiraciones de los escasos pobladores de un territorio con, actualmente, gran valor económico y estratégico. ¿Hubiera sido diferente si la descolonización no hubiera coincidido con los últimos años de vida del dictador Francisco Franco y si la ONU hubiera puesto más de su parte? Nunca lo sabremos.
1 – Contexto histórico: la colonización española.
A finales del siglo XIX la rápida expansión industrial en Europa estaba generando una demanda cada vez mayor de materias primas. Este proceso económico, unido a la proliferación ideológica del nacionalismo exacerbado y del imperialismo, provocó la aparición de un nuevo colonialismo, esta vez centrado en África y Asia. Las principales potencias europeas aspiraban a tener un imperio colonial en África que aportara a su industria las materias primas necesarias para su desarrollo. Francia y Gran Bretaña ocuparon la mayor parte de África, quedando otros territorios en posesión de Alemania, Italia, Bélgica, Portugal y, en mucha menor medida, de España.
La colonización española del Sahara occidental comenzó en el año 1884 cuando el presidente Cánovas, influido por la “Sociedad Española de Africanistas y Colonialistas”, decide establecer un protectorado en la zona que abarcará desde el Cabo Bojador hasta la bahía oeste de Cabo Blanco. Estableciendo este protectorado, el gobierno español pretendía hacer prevalecer sus intereses económicos en la costa del Sahara (en la que los pesqueros canarios solían faenar), ante el peligro real de que cualquier otra potencia europea ocupara la zona. Poco después, entre finales de 1884 y comienzos de 1885, se celebrará la Conferencia de Berlín, mediante la cual las principales potencias de Europa tratarán de solucionar los conflictos surgidos por la colonización, delimitando las zonas de influencia respectivas. Este reparto de África reconoció a España la posesión del Sahara Occidental, Guinea Ecuatorial y el norte de Marruecos.
Mientras se celebraba la Conferencia de Berlín, una expedición española, comandada por el teniente Emilio Bonelli Hernando, tomó posesión oficial del protectorado, construyendo su primer enclave en la península de Río de Oro (actual península de Dajla o “Dakhla”): unas instalaciones de madera que se convertirían en sede de la factoría de la Compañía Mercantil Hispano-Africana a la que el gobierno español había otorgado el monopolio comercial con la incipiente colonia. Este enclave, bautizado como Villa Cisneros, será posteriormente ampliado, y fortificado ante la hostilidad de las tribus nómadas saharauis, convirtiéndose en el foco principal de la presencia española en el sur del Sahara hasta comienzos del siglo XX. Por otro lado, entre marzo y abril de 1886, el cónsul José Álvarez Pérez logró firmar un acuerdo con las tribus nómadas saharauis mediante el cual se ponían bajo protección española los territorios situados entre el Cabo Bojador y el Cabo Jubi, una zona conocida como Saguia El Hamra. Poco después, en mayo-agosto de 1886, la expedición del capitán Julio Cervera pone bajo protección española los territorios de las salinas de Iyil y de Adrar-Temar, en el este del Sahara. Finalmente, tras llegar a un acuerdo con Francia en 1912, las posesiones españolas se completarán con la incorporación del territorio entre el Cabo Jubi y el río Draa, limítrofes con el Marruecos francés.
Pese a ser en teoría un vasto territorio, en la practica el protectorado español sobre el Sahara se reducirá a un puñado de asentamientos costeros fortificados. La constante hostilidad de bandidos y tribus nómadas, unida a la escasez de recursos destinados a la zona, por el coste que, entre otros, tenían para el erario público las intermitentes guerras en el Protectorado de Marruecos, impedirán que hasta mediados de los años 30, España ocupe de forma efectiva el territorio.
En 1934, la Yemáa, la asamblea de jeques de las tribus saharauis, firma su sometimiento amistoso al protectorado español. Ese mismo año, el comandante Antonio De Oro funda un nuevo establecimiento en una zona rica en agua y con buenos pastos: El Aaiún, la futura capital del Sahara Occidental. Dos años después, en 1936, culmina la ocupación efectiva del territorio interior del ya conocido como “Sahara Español”. En esos años aumenta la presencia militar en la zona y se tratan de mejorar las infraestructuras mediante la construcción de nuevas pistas aunque no se puede hablar de una verdadera colonización.
Será ya en la década de los 50 cuando la zona vuelva a recobrar importancia, tras el descubrimiento, en 1949, del enorme yacimiento de fosfatos de Bu-Cráa. En 1956 Marruecos obtiene la independencia y comienza a planear su expansión hacía Sidi-Infni y el Sahara Español. Territorios que aspira a conquistar, financiando y apoyando a los movimientos independentistas de estas zonas, como el Ejército de Liberación Sahariano. Las acciones hostiles de Marruecos y sus aliados saharauis culminarán en un conflicto armado: la guerra de Infi-Sahara (del 13 de noviembre de 1957 al 30 de junio de 1958). La tenaz resistencia de los legionarios españoles y la colaboración francesa permitieron a España obtener la victoria y conservar la mayor parte de sus territorios. Aunque Cabo Jubi se cedió a Marruecos en el acuerdo de Angra de Cintra, con el que se puso fin a la contienda, España siguió conservando Sidi-Ifni y el resto del Sahara Occidental, que, además, pasaban a tener status de provincias españolas. Paradójicamente, el mayor esfuerzo colonizador español en la zona coincidía con el fenómeno de la descolonización en África y Asia. Por otro lado, la ONU abogaba por la concesión de la independencia a las colonias y por ello, España, miembro de la ONU desde 1955, trata de esquivar las presiones de ésta organización argumentando que los territorios del Sahara no son colonias, sino provincias que forman parte del Estado. Sin embargo, a raíz de la Resolución 1514 (XV) de 1960 de la Asamblea General de la ONU, que reconocía la libre determinación de todos los pueblos, y la inclusión del Sahara en la lista de territorios no autónomos, las presiones sobre España se renuevan. Por un lado la ONU solicita la autodeterminación para el Sahara, por otro Lado, Marruecos y Mauritania aspiraban a anexionarse el territorio. Entre estos dos fuegos, comenzaba el proceso de descolonización.
2 – La descolonización del Sahara.
En 1965, la ONU proclamó el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui mediante la resolución 2072 y, en diciembre de 1966, mediante la resolución 2229, instó a España a permitir la celebración de un referéndum para el Sahara. En 1968 los movimientos independentistas saharauis se agrupan progresivamente en torno a la figura del intelectual Mohamed Sid Brahim Basiri, dándose lugar a la creación de la Organización de Vanguardia para la Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro, que propugnaba por una solución negociada y democrática del conflicto.
Por otro lado, en 1969, mediante el Tratado de Fez, España devuelve gratuitamente la soberanía de Sidi Ifni a Marruecos, en un intento de acercar posturas entre ambas partes. El nuevo buen entendimiento entre los dos países se saldó finalmente con la firma de un convenio de pesca de diez años de duración. Sin embargo, Marruecos no cesaría en sus intentos de pretender anexionarse el Sahara.
El 17 de junio de 1970, coincidiendo con un acto propagandístico del régimen franquista, celebrado en El Aaiún, en el que notables saharauis manifestaban su adhesión a España, la organización de Basiri realizó una manifestación en contra de la colonización española. Los intentos del gobierno por disolver a los manifestantes dieron lugar a violentos altercados que se saldaron con varios heridos y contusionados por ambas partes. Finalmente, el delegado del gobierno ordenó a una compañía de la Legión Española disolver a los manifestantes. Ante la lluvia de piedras de los manifestantes, los legionarios acabaron abriendo fuego, causando la muerte de cuatro personas e hiriendo a otra veintena. Basiri por su parte fue detenido y se le hizo desparecer, siendo presuntamente fusilado, el 29 de julio, y enterrado entre las dunas de la carretera entre el Aaiún y la playa. Esta brutal represión franquista fomentó que muchos independentistas saharauis abandonaran la vía pacífica y comenzaran la lucha armada contra el gobierno español, fundando, el 10 de mayo de 1973, el Frente Polisario. Un movimiento que, basándose en la guerra de guerrillas, hostigará desde entonces a las autoridades españolas.
Ante el deterioro de la situación, España, que desde 1970 se estaba planteando conceder un estatuto de autonomía al Sahara, decide finalmente, el 20 de agosto de 1974, convocar un referéndum de autodeterminación a celebrar dentro de los seis primeros meses de 1975. Un hecho que contó con la oposición furibunda de Marruecos y Mauritania.
Finalmente, Hassan II, rey de Marruecos, organizó la denominada “Marcha Verde”, mediante la cual 350.000 civiles desarmados invadieron pacíficamente el Sahara entre los días 6 y 9 de noviembre de 1975. Pese a la condena del Consejo de Seguridad de la ONU, Marruecos, que contaba con el apoyo secreto de EEUU, sabía que en esos momentos España no podría dar respuesta a la invasión. No era un momento para entablar guerras coloniales, ya que su dictador, Franco, estaba agonizando. El nuevo jefe del Estado, el rey Juan Carlos I de Borbón, será el encargado de llegar a un acuerdo con Hassan II.
Unos días después, el 14 de noviembre de 1975, los Acuerdos de Madrid sellaron el abandono del Sahara por parte de España, contando como fecha límite el 28 de febrero de 1976. Por su parte, Marruecos se apropiaría del norte del territorio y Mauritania del sur, la zona de Villa Cisneros. Nadie se molestó siquiera en preguntar su opinión a los legítimos dueños del territorio: los saharauis.
3 – De la ocupación hasta nuestros días.
3 – De la ocupación hasta nuestros días.
El mismo día que los españoles arriaron su bandera, los saharauis proclamaron la República Árabe Saharaui Democrática desde el campamento de Bir Lehlu, cerca de la frontera con Argelia, el país que se convirtió en el principal aliado de los saharauis. Obviamente, la autoproclamada república no fue reconocida ni por Marruecos ni por Mauritania que procedieron a ocupar el territorio con sus fuerzas armadas. Los independentistas saharauis buscaron refugió en Argelia, estableciéndose en los campamentos de Tinduf, y el Frente Polisario comenzó una nueva guerra de liberación.
En agosto de 1979, Mauritania, cansada de la contienda, se retiró de su parte ocupada del Sahara. Pero esta zona, en vez de pasar a manos de los saharauis, fue anexionada por Marruecos.
A comienzos de los 80, el gobierno de Marruecos cansado de los cruentos combates con las guerrillas saharauis decidió construir una línea de fortificaciones, que abarcaba la friolera de 2.720 kilómetros, desde la que detener las incursiones guerrilleras en su territorio. Al otro lado de los muros quedó el territorio controlado por el Frente Polisario, una estrecha franja de terreno de unos 90.000 km2 ubicada al este, en la frontera con Argelia y Mauritania, en el que los nómadas saharauis subsisten en gran medida por el apoyo internacional de muchas ONG´s. También allí esta su capital provisional: la pequeña localidad de Bir Lehlu.
Mientras la contienda militar se estancaba, sin progresos para ninguna de las dos partes, en el plano político, la República Saharaui fue reconocida por un buen número de países y, en 1982, por la Organización para la Unidad Africana, precursora de la actual Unión Africana.
Finalmente, el 30 de agosto de 1988, la ONU consiguió que ambas partes aceptaran un proyecto de plan de paz que contemplaba un alto el fuego, que entraría en vigor en septiembre de 1991, y la celebración de un referéndum de autodeterminación en el territorio. Para supervisar el proceso la ONU enviaría una misión a la zona, la MINURSO (Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sahara Occidental).
Tras muchas dificultades, en enero del año 2000, se publicó una primera lista provisional de 86.386 personas con derecho a participar con su voto en el referéndum. Sin embargo, Marruecos se dedicó de nuevo a entorpecer el proceso, fomentado el asentamiento en el territorio de civiles marroquíes a los que quiere hacer partícipes del referéndum con objeto de influir en el resultado. Año tras año, el tan ansiado referéndum ha ido quedando pospuesto sine die.
En un nuevo intento de relanzar el plan de paz, el enviado especial de la ONU, el norteamericano James Baker, propuso un plan de paz basado en una autonomía para el Sahara Occidental dentro de Marruecos, como fase previa a la celebración de un referéndum. Una solución insuficiente para el Frente Polisario, y más acorde con la posición de Marruecos, que defiende una solución política basada en una autonomía no negociable en el marco de la “soberanía marroquí”.
165.000 saharauis siguen esperando una solución al conflicto desde los campos de refugiados de Tinduf, donde las condiciones de vida cada vez son más difíciles. Se sienten traicionados por España y olvidados por las grandes potencias de Occidente. Necesitan una solución ya, no les olvidemos.
Para acabar, me gustaría incluir el relato de un viajero: Paul Martins, autor de 8.000 millas, que ha estado en la zona hace pocas semanas:
“En una visita que realicé recientemente a El Aaiún (Layounne) se percibe una tranquilidad propia de una pequeña ciudad del sur de España. Ni siquiera la presencia discreta, pero omnipresente, de policía secreta, y fuerzas armadas, parece alterar la aparente armonía existente entre la población de El Aaiún. Una ciudad en donde los activistas de las ONG son devueltos a su país de origen nada más aterrizar y donde el proceso de ¨marroquización¨ unido a los millares de banderas marroquíes que decoran las calles, dan la impresión al visitante de que el Sahara Occidental y sus habitantes se sienten definitivamente marroquíes.
Con edificaciones de no más de 5 plantas, rodeados de desierto en la cuatro direcciones, la notable inversión en infraestructuras del Gobierno de Rabat, quizás para mantener a la población contenta, se aprecia por todas partes, una plaza nueva, una enorme desalinizadora o unos terrenos deportivos propios de cualquier capital española.”
A continuación algunas fotografías de El Aaiún en nuestros días, cortesía de nuevo de Paul Martins:
No hay comentarios:
Publicar un comentario