BIRMANIA, UNA DICTADURA INACABABLE
Eloy Isorna Artime
Éxodo 90 (sept-oct.’07)
– Autor: Eloy Isorna Artime –
Una de las características fundamentales de la llamada revolución del
azafrán, protagonizada por los monjes budistas y por el pueblo de Birmania (hoy
oficialmente Myanmar) en estos últimos días, es su carácter pacífico.
No son los que se manifiestan los que utilizan la fuerza y disparan o provocan
cualquier tipo de disturbios, sino que son la policía y los militares, que
mantienen una férrea dictadura, los que utilizan la fuerza bruta y disparan
sobre monjes y personas pacíficas y desarmadas.
Detrás de esta actitud pacífica no se puede olvidar que, junto al peso de
las propias creencias budistas, está el empeño de la Premio Nóbel de la
Paz Aung San Suu Kyi en lograr por medios pacíficos una
salida a la dictadura.
Birmania es un país históricamente invertebrado que alcanzó su conjunción
política de cierta estabilidad bajo el dominio colonialista de los británicos a
finales del siglo XIX, y en la que todavía en la actualidad hay algunos
pueblos, como los karen, que luchan por su independencia. Es un país compuesto
por multitud de pueblos con diversidad de costumbres, creencias y lenguas. Es
un país en el que el ejército jugó un papel primordial como “liberador” primero
del dominio británico (inicialmente con apoyo japonés) y posteriormente como
liberador del “dominio” japonés (con el apoyo de los británicos y las Fuerzas
Aliadas), al final de la Segunda Guerra Mundial.
Consiguientemente es un país forjado y educado en el militarismo y en la
fuerza del ejército que tiene por héroe nacional al General Aung San. Aung San,
padre de la Premio Nóbel de la Paz Aung San Suu Kyi, murió en 1947 en un
atentado cuando su hija tenía sólo dos años, y es el héroe por excelencia de
Birmania, al que se conmemora anualmente cada 19 de junio en el llamado “Día de
los Mártires”.
Birmania es también un país de creencias, fundamentalmente budistas,
impregnado de la filosofía de la vida que tales creencias comportan. En este sentido,
es de destacar la extraordinaria labor de Suu Kyi por poner de manifiesto que
los conceptos de democracia y respeto a los derechos humanos son universales,
insertos en las propias esencias de la enseñanza budista, y no solamente
conceptos “occidentales” como pretende la propaganda oficial de la Junta
Militar.
El 4 de enero de 1948 Birmania se constituyó por primera vez como país
independiente en un ambiente democrático y lleno de esperanzas de futuro. Pero
esa esperanza pronto se vio truncada por el segundo golpe de Estado (el primero
se produjo ya en 1958) del General Ne Win, que se produjo en 1962 y que derrotó
al legítimo gobierno presidido por U Nu, fruto de las elecciones democráticas
celebradas en 1960. A partir de este momento se constituyó una dictadura
militar, dirigida por una Junta que, más allá de la pervivencia personal de sus
integrantes, se mantiene en el tiempo renovándose a sí misma.
Consiguientemente, fueron apenas 15 años de libertad democrática los que pudo
vivir Birmania hasta la fecha, desde 1948 a 1962, no teniendo ocasión de
formarse ni de desarrollar instituciones, ni experiencias democráticas, ni de
vivir las exigencias prácticas de su desarrollo.
En este contexto, en 1988 se produjeron importantes manifestaciones de
protesta contra el régimen militar y hubo una fuerte y sangrienta represión. La
crisis política en la que derivaron estos acontecimientos y su repercusión
internacional llevaron a los dirigentes militares a anunciar la celebración de
elecciones democráticas con la pretensión de que fueran “ganadas” por el
régimen. No contaban los militares con que, por aquellos días, la hija del
héroe Aung San, llamada Aung San Suu Kyi, que había vuelto a
Birmania (pues vivía por entonces en Inglaterra) para cuidar a su madre enferma,
tomando conciencia de la lamentable situación de su país, iba a involucrarse
directamente en la lucha pacífica por la democracia y el respeto a los derechos
humanos, fundando, con el propósito de presentarse a las elecciones, un partido
político llamado “Liga Nacional para la Democracia” (NLD).
Temiendo que la Liga pudiera ganar las elecciones, el 20 de julio de 1989
los militares recluyeron a Suu Kyi bajo estrecha vigilancia. Las elecciones se
celebraron el 27 de mayo de 1990 y fueron ganadas por el partido liderado por
Suu Kyi, que obtuvo 392 de los 485 escaños en liza, pese a que la propia Suu no
pudo ser presentada como candidata. Desde entonces Suu Kyi permaneció bajo
arresto, brevemente interrumpido en diversas coyunturas políticas, y no volvió
a salir de Birmania, pese a que este sería el ferviente deseo de la Junta
Militar, porque sabía que si salía los militares no la volverían a dejar entrar
de nuevo en el país.
En 1990 el Parlamento Europeo otorgó a Suu Kyi el premio “Sajarov “ y
en 1991 fue galardonada con el premio Nóbel de la Paz. Vemos pues que cuando
Suu Kyi habla de la democracia, de la defensa de los derechos humanos, del
miedo y de la lucha pacífica, con rechazo explícito de la violencia, no habla
simplemente desde una perspectiva conceptual o ideológica, sino desde su propia
vida. De aquí también que Suu Kyi se haya convertido no sólo en un referente
indiscutible para todo el pueblo birmano, sino para todos aquellos que de buena
fe luchan por la democracia real, por la defensa de los derechos humanos y por
organizar una vida en libertad, es decir, libre del miedo.
Democracia, defensa de los derechos humanos y libertad frente al miedo
constituyen tres ejes clave del pensamiento y de la acción de Daw Aung San Suu
Kyi. La defensa que hace de la democracia va íntimamente unida a la defensa que
hace de los Derechos Humanos y también del pacifismo como doctrina práctica.
Porque se trata de un pacifismo activo que supone lucha, acción, valentía,
riesgo, enfrentamiento y esfuerzo. Y, desde luego, sentirse libres dominando el
miedo. Y cuando Suu Kyi habla de las leyes las contempla tanto o más como
referente de defensa del propio ciudadano, frente a la actuación indiscriminada
del Estado, que como carga o limitación que el ciudadano deba soportar. Por
ello, reclama leyes justas y eficaces frente a la sistemática transgresión de
los derechos humanos y actuación arbitraria del poder.
Las palabras de Suu Kyi tienen un frescor inusitado y lo que ella dice para
Birmania debe hacernos reflexionar sobre el funcionamiento de nuestra propia
realidad democrática. La acción es importante en el pensamiento de Suu
Kyi. Václav Havel (ex presidente de la República Checa) nos
recuerda en un artículo publicado en “El País” el 21 de octubre de 2003 las
palabras de Suu: “Hablar de cambio no es suficiente, es necesario que éste se
produzca”.
Cuando Suu Kyi se refiere a la democracia está hablando de la búsqueda de
una democracia efectiva (sabiendo que el ideal es siempre imposible), y de
leyes eficaces para luchar contra la corrupción, contra la opresión, contra el
miedo y que estimulen la justicia. Es decir, de una democracia no sólo basada
en unas reglas de juego formalmente reconocidas, sino también en
comportamientos políticos y sociales, democráticos, no corruptos, no manipuladores
y respetuosos con la disidencia.
En su trabajo “En busca de la democracia” no puede olvidar las dificultades
concretas que ésta puede encontar en su país, ya que los adversarios del
movimiento a favor de la democracia en Birmania han intentado socavarlo
difundiendo calumnias sobre la capacidad del pueblo para juzgar lo que convenía
a la nación y condenando los principios básicos de la democracia por ser
antibirmanos. (Vid. “En busca de la democracia”, en “Libres del miedo y otros
escritos”, editado por Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores. Barcelona, 1994,
pág. 229 y sgtes.)
Finalmente, un apunte sobre el miedo. El miedo a enfrentarse a uno mismo, a
conocerse, y el miedo a lo que nos llega o nos puede llegar desde fuera, no es
sólo un miedo de Suu Kyi, es un miedo universal que, de una u otra forma, puede
afectarnos a todos. A ambos miedos se ha enfrentado Suu Kyi en diversos
momentos de su vida, de modo que no duda en referirse al miedo cuando tiene que
escribir un texto, publicado como artículo, para conmemorar la concesión por
parte del Parlamento Europeo del Premio por la Libertad de Pensamiento, Sajarov
de 1990, artículo publicado en 1991 en varios periódicos y revistas de todo el
mundo. En la edición en España de los escritos de Suu Kyi, realizada por
Galaxia- Gutemberg y CÍrculo de Lectores en 1994, este artículo es el que da
título a la obra: ”Libres del miedo y otros escritos”. Comienza este artículo
diciendo: “No es el poder el que corrompe sino el miedo. El miedo a perder el
poder corrompe a los que lo detentan y el miedo al látigo del poder corrompe a
los que están sujetos al mismo”. Y, más adelante, afirma: “El esfuerzo
necesario para conservarse incorruptos en un ambiente en el que el miedo es
parte integral de la existencia cotidiana no les resulta evidente a quienes
tienen la suerte de vivir en un Estado de derecho”. “Las leyes no sólo evitan
la corrupción castigando de forma imparcial a los que las quebrantan, sino que
también ayudan a crear una sociedad en la que las personas pueden satisfacer
las condiciones básicas necesarias para conservar su dignidad sin tener que
recurrir a prácticas corruptas. Cuando no existen esas leyes, la carga de
mantener los principios de justicia y decoro recae en el hombre de la calle.
Solamente el efecto acumulado del esfuerzo sostenido y de la resistencia de
aquél podrá convertir una nación en la que la razón y la conciencia están
pervertidas por el miedo, en una nación en la que existan normas legales
idóneas para impulsar el deseo humano de armonía y justicia, reprimiendo al
mismo tiempo los rasgos destructivos que también están presentes en el hombre”.
Leyendo a Suu Kyi, repasando los hitos de su vida, no cabe ya asombrarse de
que sea el referente de todos los birmanos de buena fe, ni que se haya constituido
en un referente en las recientes manifestaciones de los monjes birmanos.
Sólo cabe esperar ahora que los esfuerzos de los países de occidente frente
a la Junta Militar Birmana y frente a sus sostenedores, especialmente China y
Rusia, logre abrir un camino de negociación que, de una vez por todas, permita
al pueblo birmano disfrutar en paz de sus libertades y construir una sociedad
democrática y libre del miedo.
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