Retrato de Mariano Bertuchi con su mujer.
Junto a Tapiró, el otro gran pintor de Marruecos fue el granadino Mariano Bertuchi Nieto (1884-1955). Curiosamente, por azar del destino, este toma el relevo de aquel, pues cuando Bertuchi se establece en Tetuán, en torno a 1915, está casualmente reemplazando a Tapiró como pintor de Marruecos, que había fallecido en Tánger en 1913. Bertuchi, al igual que Tapiró, tras un primer viaje a Marruecos a los catorce años, quedó totalmente entusiasmado y ganado por el mundo marroquí, como un escenario apasionante para su pintura. Y, a partir de aquí, a él se dedicó. Primeramente en España, cultivando en su juventud los asuntos orientales de inspiración marroquí y, luego, en su madurez, yéndose a vivir a Marruecos, a Tetuán, como ya hemos dicho, ciudad en la que permaneció hasta su muerte. Pero Bertuchi no se limitó a ser solamente un pintor de Marruecos, al estilo de Tapiró, sino que se implicó en el proceso de colonización español, interviniendo activamente en él. Primero, cubriendo como cronista gráfico la campaña militar de pacificación del Protectorado, actividad por la que le fue concedida la Cruz del Mérito Militar. Posteriormente, ejerciendo cargos en la Administración colonial relacionados con el arte, siendo inspector jefe de los servicios de Bellas Artes en el Protectorado, y creando diversas escuelas de arte, como la Escuela de Bellas Artes de Tetuán, de la que fue profesor; la Escuela de Artes y Oficios Marroquíes de esa misma ciudad, de la que fue director; la de Artes Indígenas de Tagsut; o la de Alfombras de Xauen, entre otras; además fue también creador y director del Museo de Tetuán; contribuyendo así a la defensa y conservación del arte y la artesanía tradicionales marroquíes. Otra faceta importante de su quehacer oficial artístico en el Protectorado estuvo dedicada al urbanismo y a la restauración de edificios, siempre mostrando gran respeto hacia el entorno estético tradicional tetuaní, procurando su preservación.
Alumnos de pintura de la Escuela de Artes y Oficios
Marroquíes de Tetuán. Fotografía de Francisco
García Cortés. © Legado Fernando Valderrama.
Biblioteca Islámica “Félix Mª Pareja” (AECID).
Marroquíes de Tetuán. Fotografía de Francisco
García Cortés. © Legado Fernando Valderrama.
Biblioteca Islámica “Félix Mª Pareja” (AECID).
Pero esta meritoria labor, y su dedicación pictórica al mundo marroquí, no deben hacernos olvidar que Bertuchi fue un funcionario de la Administración colonial española en el Protectorado. Pues, a pesar de su entusiasmo y cariño por el mundo marroquí, no duda, a través de sus obras, en ensalzar las gestas militares de la conquista y colonización española, indicándonos así cuál era su papel en el proceso colonial. Desde este punto de vista, su relación con Marruecos guardaría cierta semejanza a la que tuvo Rudyard Kipling con la India colonial británica, a la que amó y dedicó tantas obras suyas, pero sin dejar nunca de sentirse inglés.Y como Kipling escribió la India, Bertuchi pintó Marruecos, sin dejar nunca de sentirse español. Además, la visión que de Marruecos nos proporcionó la pintura de Bertuchi puede decirse que ha llegado casi hasta nuestros días, al igual que sucede con la de la India de Kipling. Sin quitarle ningún mérito artístico a Bertuchi —que lo tiene y mucho—,no hay duda de que la gran difusión que alcanzó la visión de Marruecos, que nos aportan tanto su pintura como su labor de ilustrador, se vio favorecida, además de por su valía personal como pintor, por los importantes cargos oficiales que ejerció en el Protectorado. No hay duda de que los medios de propaganda gubernamentales vieron, en su atractiva visión pictórica de Marruecos, un magnífico altavoz para difundir la labor de España en el Protectorado.
Puerta de Chellah. Rabat.
© Sucesión Mariano Bertuchi.
© Sucesión Mariano Bertuchi.
Así, la pintura de Bertuchi, sus ilustraciones para revistas y libros, sus carteles de turismo y sus famosas series de sellos de temática marroquí conformaron, en gran medida, la visión que del Marruecos colonial se forjó la sociedad española desde los años treinta hasta bien entrados los sesenta. En esto, como en otras vertientes suyas, ejercidas oficialmente durante el Protectorado, la labor de Bertuchi fue trascendental. Su importancia además radica en que con su arte cambió, en gran medida, la visión tradicional que de Marruecos teníamos los españoles, tratando de deshacer —y consiguiéndolo en parte— ancestrales tópicos generados por los sucesivos conflictos bélicos. La imagen próxima y realista de Marruecos que ofrece su pintura cambió, igualmente, las visiones triviales que de ese mundo mostraban otros pintores casi contemporáneos suyos; llegando incluso a afectar a una incipiente corriente turística que empezaba a ver atractiva —a través de su arte— a la entonces considerada como una provincia africana de España. A diferencia del repertorio pictórico de Tapiró —reducido prácticamente a los citados retratos, realistas y minuciosos, de carácter casi etnográfico y a escenas costumbristas en interiores ricos y recargados—, el de Bertuchi se abre a la riqueza variopinta que le muestra el mundo de las calles, plazuelas, jardines, cafetines,fondaks o zocos, rebosantes de una humanidad colorista, enmarcada en unos volúmenes arquitectónicos definidos por los juegos de luces y sombras en diferentes matices de blancos, azules, ocres claros y suaves malvas. A Bertuchi le interesan, sobre todo, los paisajes urbanos, donde se nos manifiesta el discurrir de la vida cotidiana marroquí, sin que se destaque, normalmente, ningún protagonista concreto. Un tipo de temática que, si le quisiéramos buscar una comparación, la encontraríamos en las xilografías japonesas del Ukiyo-e. Como en estas, en los paisajes urbanos de Bertuchi la vida de la calle fluye ante nuestros ojos; un flujo humano cargado de vida, de color, de dinamismo; la multitud anónima es la protagonista. El artista trata de detener y preservar un instante de la vida callejera atrapándolo en el papel o en el lienzo. Así, la dinámica de lo cotidiano se convierte en la clave temática de su obra.
Minarete. Tetuán.
© Sucesión Mariano Bertuchi.
© Sucesión Mariano Bertuchi.
Bertuchi, con sus paisajes urbanos y campestres del Marruecos colonial español, plagados de esas escenas callejeras, de aglomeraciones humanas, mostrándonos el espectáculo del discurrir de la vida cotidiana, o con sus representaciones festivas de la carrera de la pólvora, o el espectáculo oficial del séquito del jalifa en las calles, o las harcas desfilando ante el comisario general de Marruecos, etc., nos ofrece una secuencia espléndidamente realista y bella de la vida cotidiana marroquí durante el Protectorado. Es, precisamente, su permanente estancia en Marruecos y su diario contacto con la vida cotidiana de sus habitantes lo que lo llevó a reflejar una realidad tan directa de ese mundo y de sus gentes, dando así fin a las fantasías orientalistas de herencia romántica con las que, tradicionalmente, era visto. Su pintura desmitifica completamente las narraciones exóticas o las fantasías orientales románticas, destruyendo, además, atávicos prejuicios. Esa familiaridad con la realidad marroquí, con su vida diaria, lo lleva a realizar una obra tan próxima a dicha realidad y tan abundante que puede considerarse un auténtico testimonio del habitual quehacer popular y oficial de nuestro antiguo Protectorado. Sus moros no infunden ni rechazo ni recelo, sino que son gente común, con sus tareas e inquietudes habituales, como las gentes de cualquier otro pueblo. Bertuchi es, por tanto, el pintor de la vida cotidiana del Marruecos colonial español, plasmando ese discurrir vital que desfila ante sus ojos, sin ningún prurito de exotismo o interés etnográfico, sino como la cosa más normal del mundo: un pueblo que vive su vida como todos los demás.
En la imagen de la izquierda: cartel diseñado por Mariano Bertuchi de Chauen.
© Sucesión Mariano Bertuchi.
En la imagen de la derecha: cartel diseñado por Mariano Bertuchi de la calle de los jarrazin(babucheros) Tetuán.
© Sucesión Mariano Bertuchi.
© Sucesión Mariano Bertuchi.
En la imagen de la derecha: cartel diseñado por Mariano Bertuchi de la calle de los jarrazin(babucheros) Tetuán.
© Sucesión Mariano Bertuchi.
En cuanto a la evolución de su técnica y estilo pictóricos, diremos que Bertuchi, en su juventud, había partido de una casi infantil y romántica ensoñación orientalista inspirada en la pintura de Fortuny, siendo innegable la influencia de este pintor en sus primeras obras. Pero, ya desde muy joven, pretendió crearse su propio estilo, consiguiendo con el tiempo ir desarrollando un lenguaje particular, caracterizado por el empleo de una técnica luminista, llena de colorido y de luminosidad, entroncada, sin duda, con los luministas valencianos, como Sorolla, pero acompañada de una ambientación y una atmósfera muy personales. Pasado el tiempo, esta técnica luminista se iría haciendo más suelta y fluida, alcanzando, ya en la madurez de su estilo, unos acusados contrastes de luces y sombras, muy característicos del pintor; lo que ha hecho que, en ocasiones, también se le haya calificado de impresionista; sin embargo, a pesar de esta evolución personal, su pintura permaneció ajena a la dinámica de los cambios pictóricos contemporáneos.
Con esa técnica suya, de pincelada rápida y empastada, los paisajes urbanos de Bertuchi y sus escenas de la vida oficial colonial constituyen un auténtico espectáculo de luz y de color, ya se le califique de luminista, de impresionista o de postimpresionista.
Con esa técnica suya, de pincelada rápida y empastada, los paisajes urbanos de Bertuchi y sus escenas de la vida oficial colonial constituyen un auténtico espectáculo de luz y de color, ya se le califique de luminista, de impresionista o de postimpresionista.
Cartel de la red española de Ala Littoria, Sevilla.
© Sucesión Mariano Bertuchi
© Sucesión Mariano Bertuchi
Otra importante faceta del arte de Bertuchi —a la que aludimos anteriormente—fue la de cartelista. Desde fecha temprana ya existía en la zona del Protectorado la Comisión Especial de Turismo, aunque su reglamento no se creó hasta el año 1930, siendo Bertuchi vocal de la misma desde su creación. Dicha Comisión fue sucesivamente dependiente primero del Patronato Nacional de Turismo de la Monarquía, luego del Comité Oficial de Turismo de la República y posteriormente del Ministerio de Turismo durante el Gobierno del general Franco. Aparte de los carteles de carácter militar, como los destinados al enganche en el Tercio, Bertuchi realizó para dicha Comisión Especial de Turismo la mayoría de los carteles de propaganda turística del Protectorado español de Marruecos. Estos carteles, concebidos mediante imágenes que aúnan su gran belleza artística con la consecución del deseado impacto social que se buscaba como reclamo turístico, indudablemente ejercen una gran atracción visual sobre el espectador, logrando plenamente el objetivo que con ellos se pretendía de lenguaje visual directo al público. Bertuchi nos muestra en sus carteles que es un maestro en este arte, tan unido al léxico de la pintura, pero, a su vez, con sus particulares condicionantes estructurales, que fueron prontamente asimilados por el pintor. Bertuchi entendió en seguida que el cartel debe ser concebido en función del objetivo al que va dirigido y a la consecución del mismo, habiendo que partir por tanto del análisis del mensaje que se quiere transmitir y estando, por consiguiente, supeditado a ello tanto la disposición de las imágenes como el colorido y su distribución, requiriendo por todo ello de unos medios estilísticos y técnicos concretos y sencillos, pero impactantes, con el fin de que su lectura sea fácil y rápida, llegando de inmediato al espectador. Son carteles, como decimos, de gran belleza visual, pudiéndose escoger cualquiera de ellos como ejemplo; bástenos aquí con citar el de la Puerta de la Casbah de Tánger, el de La vega de Alhucemas, el de Una calle de Alcazarquivir o los varios que realizó con vistas de Tetuán.
Mezquita. Tánger.
© Sucesión Mariano Bertuchi.
© Sucesión Mariano Bertuchi.
Unida, en cierto modo, a esta faceta está la de autor de los dibujos originales para las emisiones de sellos de correos con asuntos del Protectorado. Su colaboración en este campo se inicia con la emisión de la primera serie especial de sellos con temas marroquíes en 1928 y no se interrumpirá ya hasta su muerte en 1955. Son series dedicadas a diferentes aspectos de la vida marroquí, estando concebidas programáticamente por directrices gubernamentales y realizadas con libertad por el artista. Así, tenemos escenas de la vida oficial del Protectorado, vistas de paisajes campestres y urbanos, labores rurales, ocupaciones artesanales, actividades comerciales, personajes típicos populares, además de otros dedicados a la labor sanitaria española o al correo aéreo. Estas series de sellos de correos de la época del Protectorado español llevaron, durante muchos años, el nombre de Marruecos unido al de España a todos los rincones del mundo. Enrique Arias Anglés